martes, 4 de enero de 2011

UNA DE MORAL (37)

Hablemos pues del arma de Infantería (...)

(...)Al final resolví para mí, a los efectos que me habían encomendado, que lo que definía a un Arma en todos los países era UN NOMBRE, UN ESTILO Y UN HEROE O UN PATRONO.

El nombre es Infantería, y más precisamente, la Infantería Española.

Y ahora tengo que hablar del estilo.

Nuestro estilo es el soldado febril que exige un puesto de primera línea, le pegan tres tiros, pierde una mano y aún le quedan ganas de escribir el Quijote. Se llama Miguel de Cervantes, pero también podría contestar a lista como Alonso de Ercilla, Felix Lópe de Vega o Pedro Calderón de la Barca.

Es también el cabo que grita en la alambrada que tiren sobre él porque está rodeado, o el que se queda ciego de una explosión, y ciego y todo, destruye unos carros y rechaza al enemigo.

Es el sargento legionario que muere en el asalto, y viene a saberse por sus papeles que era Grande de España.

O el brigada que toma el mando de la compañía batida y aplastada y la saca adelante.

El alférez que pierde los dos brazos, y sostiene la bandera con los codos, o el teniente que entra pistola en mano en una cueva a desalojar a un puñado de enemigos armados.

Infantería es el capitán que le han dejado cojo de un cañonazo y prepara su compañía para empresas divinas, el comandante que acompaña a su general al destierro, aunque ni está obligado ni comparte sus ideas, o el que cuando recibe orden de retirarse se queda con los oficiales a cubrir la retirada de sus soldados y al final solicita "Fuego sobre nosotros".

La Infantería es-perdonen la insistencia- el coronel que no se rinde aunque le fusilen al hijo, el general que planta cara al amo de Europa, o el que replica la consiga terrible "que la retirada al cementerio".
Pero todo esto sería la Infantería excepcional, o mejor aún, la Infantería que se crece cuando vienen mal dadas.

Porque la vida cotidiana de la Infantería no es heroica, solamente cansada, a veces aburrida y casi nunca triste.

Lo normal, es la fatiga, el frio, la mojadura, el sudor.

Lo corriente, lo que marca el programa, es que te duele todo, tener la garganta seca y el pulso disparándose las sienes, un chorro entrecortado de fuego en los pulmones, surcos morados en los hombros.

Dormir en la nieve o salir del fragor del avión al oscuro silencio del salto nocturno.

Trepar interminablemente para volver a bajar, hasta que tiemblen las rodillas.

Tirarse al suelo sin resuello, para volver a saltar cada 20 metros.

Acarrear una mochila inmensa y una ametralladora, una radio o el tubo o la placa del mortero. Nunca se sabe que es peor, si la placa o el tubo; hay opiniones.

Lo ordinario son las horas de guardia, esperando que no pase nada, que es lo mejor que puede pasar.

La sed, el hambre. Quedarse aterido o abrasarse, o ambas cosas a diferentes horas, y todo ello procurando sonreir y cantar.

Pero, con todo, todo eso no agota lo que es la Infantería.

Infantería es tratar de hacer bien lo que hay que hacer, aceptando de entrada que pude salir mal y asombrarse gozoso cuando sale bien.

ES ESFORZARSE SIN PEDIR NADA A CAMBIO., si acaso un rato de vidilla, porque la Infantería es humilde hasta para pedir, por no darse importancia. Como aquel que desde Filipinas pedía razonadamente una compañía de infantería española para conquistar China, y no se la dieron porque no la había, que sino, quien sabe cual sería hoy la mayor nación de habla hispana.

INFANTERÍA HUMILDE Y NECESARIA COMO EL PAN, que moja en todas las salsas y por Dios que no falte.

INFANTERÍA MACHACADA Y ESTRUJADA como uvas que se hacen vino alegre y suben a la garganta en palabras sencillas: "esto no es nada", "eso está hecho", "no importa" o "todavía aguanto".

NATURALMENTE NO NOS ENGAÑEMOS, LA INFANTERÍA TAMBIÉN RAJA Y RENIEGA, pero solo lo justo y para que quede claro que es estrictamente humana.

LA INFANTERÍA ES MAYORMENTE ANDAR, DORMIR EN EL SUELO Y COMPARTIRLO TODO.

ES HABER ENTENDIDO QUE SE VIVE PARA LOS DEMÁS, y que la vida es una larga marcha hasta llegar al salto decisivo de la muerte a la vida, Y VERLO BIEN Y NO DARSE IMPORTANCIA Y NO TOMARLO A LA TREMENDA.

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