"...Podéis asegurar a Su Santidad, que antes de sufrir la menor cosa en perjuicio de la religión o del servicio de Dios, perdería todos mis Estados y cien vidas que tuviese, pues no pienso, ni quiero ser señor de herejes, y si no se puede remediar todo como yo deseo, sin venir á las armas, estoy determinado de tomarlas..."
Felipe II
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